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Trastorno del desarrollo intelectual, antes llamado retraso mental

Por Dimas E. Villarreal P.

Psicólogo Clínico de niños y adolescentes

Sentado en la sala de espera de un colegio, escucho esta conversación:

Secretaria: “ese niño es como medio retrasado”.

Maestra: “el psicólogo dijo que su inteligencia es baja, además en el salón no hace nada; ni copia”.

Secretaria: “es que se nota”.

Idiotismo, oligofrénicos, bruto, lento aprendizaje, son algunas de las etiquetas que se han utilizado a través de los años para describir a los niños con esta particularidad. En la versión anterior del Manual de Diagnósticos Estadísticos de los Trastornos Mentales texto revisado, se utilizaba el término “Retraso Mental”. En la versión 5 del mismo Manual, a partir del 2013, se denomina “discapacidad intelectual” o “trastorno del desarrollo intelectual”.

“Recordemos: un niño es más que un coeficiente intelectual”.

Las versiones anteriores de este manual y la actualizada, detallan claramente que para poder diagnosticar a un niño, adolescente o adulto con discapacidad intelectual, debe cumplir con tres criterios indispensables:

  • Dificultad en la capacidad de razonamiento, resolución de problemas, juicio, entre otras funciones intelectuales, argumentadas por una evaluación clínica y examen de inteligencia.
  • En ocasiones, se les hace difícil cumplir con los parámetros sociales, culturales para la autonomía personal y responsabilidad social.
  • Estas deficiencias inician durante el desarrollo.

Escala de gravedad de la discapacidad intelectual:

  • Leve: poseen un coeficiente intelectual de 69 a 50. En la edad escolar se observan dificultades en el aprendizaje de aptitudes académicas relativas a la lecto-escritura y matemática. Pueden ser tercos como forma de reaccionar a su limitada capacidad de análisis y razonamiento. En algunos casos, se dejan llevar por la presión de grupo.
  • Moderado: el rango del coeficiente intelectual es de 49 a 35. Las dificultades se observan en comparación con otros chicos de su edad. El progreso de sus habilidades académicas se nota poco a poco. Presentan movimientos involuntarios de su cuerpo y pueden aparecer rabietas. Les gusta reclamar la atención y afectos de los adultos.
  • Grave: el coeficiente intelectual está dentro del intervalo de 34 a 20; presentan dificultades para comprender el lenguaje escrito y hablado; los padres y maestros deben proporcionar un grado de apoyo en la resolución de conflictos durante la vida cotidiana. En los aspectos conductuales presentan crisis de cóleras y por su falta de razonamiento, pueden llegar a autolesionarse.
  • Profundo: su coeficiente intelectual es menor de 20, sus habilidades implican el mundo físico más que procesos simbólicos, sus aprendizajes se basan más en el cuidado de sí mismo y desarrollo de habilidades. Son casos muy reducidos y por lo general son acompañados de otros trastornos o síndromes, en muchas ocasiones orgánicos.

Muchas son las investigaciones que se realizan para conocer las causas. Dentro de las más significativas podemos conocer: uso de drogas durante el embarazo, intentos de aborto, complicaciones durante el parto, baja alimentación, genéticas, entre otras.

¿Qué podemos hacer?

  • Brindarles estimulación temprana desde los primeros años.
  • Brindar las herramientas adecuadas, para que puedan integrarse a las normas sociales, culturales y morales.
  • El sistema educativo debe brindar el apoyo dentro del programa de necesidades educativas especiales y/o discapacidad.
  • Los tutores son una alternativa muy viable en este proceso.
  • Cursos o actividades de artes, música y bailes.
  • Los objetivos de los tratamientos se concentrarán en las áreas: motora, cognitiva, lenguaje y socio-personal.
  • Reforzar la convivencia y habilidades sociales.

Finalmente, el apoyo de los padres, madres y miembros de la dinámica familiar, es indispensable durante el desarrollo de estos niños y adolescentes. Así y con nuestra ayuda ellos podrán convivir con su ambiente social y asumir responsabilidades propias de la vida cotidiana; logrando el desarrollo de su autonomía, sus capacidades y habilidades personales, para una calidad de vida adecuada en su presente y futuro.

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